No tenemos lo que hay que tener

Xeral 04/06/2013

A tantos compañeros que se van marchando..., quieran o no.

En el mundo actual lo ideal es ser un autómata. Y a esa condición estamos llamados. A esa conclusión se llega leyendo la magnífica novela de Tom Wolfe sobre la carrera espacial de los EEUU. En la que, en el simbolismo del imaginario americano, los viejos vaqueros son sustituidos por pulcros y programados astronautas. 

Una reflexión de plena actualidad sobre la defensa de la dignidad humana, en estos tiempos canallas que nos ha tocado vivir. Que Jesús Villar, jefe de grupo del CIBER de Enfermedades Respiratorias en España, utiliza para culminar un brillante y valiente artículo sobre las jubilaciones obligatorias de médicos en nuestro país titulado "64 años y 365 días". "En EEUU, ninguna empresa que se precie puede permitirse el lujo de desprenderse del talento de sus trabajadores". "En muchos países del mundo, las personas de más edad son el punto de referencia de la sociedad porque representan el conocimiento, la maestría, los valores de la comunidad y el buen juicio". 

En España no es así. Aquí, café para todos. Mismo rasero para todos los médicos de la sanidad pública: los que si quieren jubilarse a los 65 años, los que deben irse porque sus condiciones físicas o su perdida de motivación aconsejan su sustitución por savia nueva, y los que todavía conservan un enorme potencial de conocimiento y compromiso. Esenciales estos últimos para garantizar y aumentar, a día de hoy, la calidad asistencial, docente e investigadora de nuestros hospitales y centros de salud. 

Como Francisco Javier Cerdán, cirujano jefe de sección del Hospital Clínico de Madrid, que renuncia a sus vacaciones para operar hasta el último día y reflexiona en alto para un periódico de tirada nacional: "la cirugía la aprendes con los años y yo ahora siento que estoy en mi mejor momento, capaz de transmitir lo que sé a otros colegas". No es el único que así piensa de su situación personal, también aquellos que están redactando las 10 tesis doctorales que dirige. O sus potenciales pacientes: "cualquiera que tenga que operarse del colón querría que lo hiciera Cerdán", afirman sus compañeros. Una barbaridad expulsar a esta gente. Un suicidio colectivo, dice Villar.

medicos

Mientras tanto, mientras al conocimiento no le queda otra que pasear por el parque durante mañanas vacías, miles de asesores, políticos o enchufados de más de 65 años, sin jubilaciones obligatorias a la vista, cobran directa o indirectamente salarios públicos sin necesidad de justificar sus méritos profesionales o documentar los beneficios que de su "trabajo" reciben los ciudadanos.
Pero aquí nadie es responsable de nada y en esta atmósfera de extinción nietzschiana, tragamos con todo: que echen a los buenos médicos sin importarles una mierda las consecuencias, que a los médicos jóvenes los contraten por horas o por días, que sobresueldos legales o ilegales salgan a la luz y se apaguen en un abrir y cerrar de ojos, prescritos en el agujero negro de la confusión mediática...

NO TENEMOS LO QUE HAY QUE TENER. Nos escondemos en la legendaria pureza de la vieja izquierda, en la oscura apolítica de derechas, en la desilusión cronificada. Y en la estéril desconfianza política de los movimientos 5 estrellas a los que nos "apuntamos" con tanta facilidad como simpleza.
Como dice Jesús Villar no es hora de responder con futilidad a estas afrentas, no es momento de organizar cenas de despedida. Nada hay que celebrar. Lo que procede es montar un cristo indefinido por estas y otras tantas cosas. Para que sepan de los que somos capaces antes de alcanzar la condición de autómatas. Y desobedecer siempre ante la ley injusta. De forma pacífica.

Si no lo hacemos, tendrá de nuevo plena vigencia el famoso sermón del pastor luterano Martin Niemöller: "cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas, guardé silencio porque yo no era comunista; cuando encarcelaron a los socialdemócratas, guardé silencio porque yo no era socialdemócrata; cuando vinieron a buscar a los sindicalistas, no protesté porque yo no era sindicalista; cuando vinieron a llevarse a los judíos, no protesté porque yo no era judío; cuando vinieron a buscarme, no había nadie más que pudiera protestar." 

Pero para entonces, cuando esto nos llegue a nosotros, que nos llegará más temprano que tarde, ya seremos unos autómatas. Y apenas nos dolerá porque ya estaremos preparados, con las barbas bien remojadas después de presenciar impávidos, desafuero tras desafuero. Todo un consuelo, al fin y al cabo.

Publicado por Chechu Jiménez 

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